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12 Cómo llegó la escolarización hindú a Norteamérica (I)
Hacia el final del primer cuarto del siglo XIX, una forma de tecnología escolar estaba en funcionamiento en las mayores ciudades de los Estados Unidos, una tecnología en que los hijos de los clientes de clase baja eran condicionados psicológicamente para obedecer bajo el pretexto de que estaban aprendiendo a leer y contar (lo que también podía suceder). Estas eran las escuelas Lancaster, patrocinadas por el gobernador DeWitt Clinton de Nueva York y destacados cuáqueros como Thomas Eddy, constructor del canal del Erie. Pronto se extendieron a todos los rincones de la nación donde existía el problema de un proletariado incipiente. Las escuelas Lancaster eran primas de las escuelas-taller de hoy. Lo que pocos sabían entonces o de lo que se dan cuenta ahora es que eran también un invento hindú, diseñado con el propósito expreso de retrasar el desarrollo intelectual.
Cómo llegó la escolarización hindú a Norteamérica, Inglaterra, Alemania y Francia aproximadamente al mismo tiempo es una historia que nunca se ha contado. Un tratamiento completo está fuera del alcance de este libro, pero le contaré lo suficiente para dejarle asombrado sobre cómo un mecanismo asiático con la intención específica de preservar un sistema de castas llegó a reproducirse en los primeros tiempos de la república, protegido por personajes influyentes de la talla de Clinton y Eddy. Ya sólo un poco de investigación del origen de la escolarización hindú debería prevenirle de que lo que conoce sobre la escolarización en Norteamérica no es mucho. En primer lugar, una rápida explicación sobre la posición de la India en la época de la Revolución Norteamericana, porque las escuelas Lancaster estaban en Nueva York dos décadas después de su final.
La India cayó víctima del dominio occidental gracias a la tecnología náutica de la forma siguiente: cuando la Europa medieval se hizo pedazos tras su larga lucha para reconciliar la ciencia emergente con la religión, cinco grandes fuerzas del océano aparecieron para competir por la riqueza del planeta: Portugal, España, Francia, los Países Bajos e Inglaterra. Portugal fue el primero en navegar en busca de tesoros, dejando colonias en la India, China y Sudamérica, pero sus días de gloria fueron cortos. España surgió como la siguiente superpotencia global, pero después de 1600, su carácter decayó rápidamente por los efectos corruptores del oro de las Américas, que desencadenaron un largo declive nacional. Siguió el turno de los Países Bajos, porque esa nación tenía la ventaja de una decidida clase comercial que controlaba las cosas con un propósito en la mente: riqueza. Los holandeses monopolizaron el comercio de mercancías de Europa con barcos mercantes que recorrían el mundo y valerosa marinería militar, sin embargo, como anteriormente Portugal, la población era demasiado pequeña, sus recursos internos demasiado anémicos para que su dominio se extendiera mucho tiempo.
Comenzando en el siglo XVII, Inglaterra y Francia establecieron gradualmente negocios en el Este, en ambos casos con la resistencia durante algún tiempo de los holandeses, que controlaban el comercio de especias con las Indias. Tres guerras navales con los holandeses hicieron a la Royal Navy dueña de los mares, desarrollando durante el proceso tácticas de guerra naval que la hicieron dominante durante los dos siglos siguientes. Hacia 1700, sólo quedaron Francia e Inglaterra como potencias marítimas globales con impresionante capacidad de combate, y durante la última mitad de aquel siglo estos gigantes se enfrentaron directamente en Canadá, la India y en el territorio que es hoy los Estados Unidos, con el resultado de que Francia quedó permanentemente eclipsada.
En la India, los dos contendieron por medio de sus tentáculos comerciales, las compañías de las Indias Orientales británica y francesa: cada una mantenía un ejército privado en guerra con la otra por té, índigo, cúrcuma, jengibre, quinina, semillas oleaginosas, seda y ese producto que tanto sedujo a los comerciantes británicos por su facilidad de transporte y enorme potencial de beneficio: el opio. En Plassey, Chandernagor, Madrás y Wandiwash finalizó esta larga rivalidad corporativa. Los franceses abandonaron la India a los ingleses. El monopolio de la droga fue finalmente de Inglaterra.
De esta experiencia y de las observaciones de un joven adinerado capellán anglicano en la India se descubrió la fórmula para la escolarización moderna. Quizás no fue más que una coincidencia que este hombre obtuviera su primer empleo remunerado como maestro de escuela en los Estados Unidos. Por otro lado, quizás su experiencia en una nación que se libró con éxito de los grilletes británicos lo sensibilizó al peligro en que una población educada pone a las plutocracias.
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© 2007 de la traducción, Juan Leseduarte