3 Walhalla
Al final de 1999, 75,5 millones de personas de una población total de 275 millones estaban directamente involucradas en proporcionar y recibir lo que se ha venido en llamar educación. Y un número desconocido de millones de forma indirecta. Alrededor de 67 millones estaban matriculadas en escuelas y universidades (38 millones entre jardín de infancia y octavo curso, 14 millones en escuelas secundarias, 15 millones en universidades), 4 millones empleadas como maestros o profesorado universitario (2 millones en primaria, 2 millones en secundaria y superior juntas), y 4,5 millones en otros puestos escolares. En otras palabras, la disciplina primaria de organización de alrededor del 29 por ciento de toda la población de los Estados Unidos consiste en la obediencia a las rutinas y exigencias de una máquina social abstracta que llamamos Escuela. Y eso sólo hasta aquí. De acuerdo con el Departamento de Educación de los Estados Unidos, se espera que estas cifras crezcan sustancialmente durante la primera década del nuevo siglo. ¿Podría el mismo Hegel haber previsto tal final para la historia, el planeta como una escuela universal donde se aprende poca cosa?
En lo más alto de esta cadena alimentaria están las llamadas universidades públicas. Igual como el Walhalla era la recompensa adonde los vikingos muertos en batalla llegaban para beber, luchar y fornicar en un bucle que se regeneraba incesantemente, las universidades públicas son una vida de confort y seguridad para esa gente del sistema que colabora hábilmente o pertenece a alguna familia política con un historial de colaboración.
Si las universidades públicas funcionaran de forma meritocrática, como alegan sus defensores y como sospecho que cree que funcionan el público general, esperaríamos que la economía de la educación pública en este nivel reflejara con sensibilidad razonable lo que estaba sucediendo en la economía pública total. El gasto en universidades públicas debería ser una prueba de fuego sobre cuánto respeto se tiene por la voluntad democrática en cualquier época dada. Con eso en mente intente probar cómo le sienta esto: las cuotas de matrícula en las universidades públicas a lo largo de los últimos catorce años se han incrementado al triple de velocidad que los ingresos familiares, y más del triple que la tasa de inflación, de acuerdo a la Oficina General de Cuentas. ¿Qué presión podría posiblemente exprimir a personas ordinarias para pagar costos tan peregrinos, incurriendo en cargas de deuda que las esclavizan a ellas y a sus hijos por muchos años después?
¿Cómo, podría usted preguntar, en el mismo momento en que el valor inherente a estos títulos se cuestiona, en el mismo momento en que las revistas de negocios predicen una reducción radical permanente de la fuerza de gestión media en el empleo público y privado --los mismos nichos que ocuparán los licenciados de las universidades públicas--, y en el preciso momento en el tiempo en que el poder adquisitivo parece estar en una continua tendencia a la baja a largo término, cómo a la luz de estas cosas han sido capaces los profesores de universidades públicas de doblar sus ingresos (en dólares reales) en los pasados catorce años y los administradores de universidades públicas suben su propia parte en un 131 por ciento?
Estoy preguntando cómo, no por qué. La avaricia es una característica demasiado común de la naturaleza humana para ser muy interesante. ¿Cómo se ha hecho esto? ¿Quién lo permitió? Le puedo decir que ningún «mercado libre». Estamos hablando de varios millones de individuos que han conseguido hacer que sus ociosas y seguras vidas lo sean aún más al mismo tiempo que lo que producen es cuestionado y el trabajo para cuyo desempeño se cualifica supuestamente a sus alumnos es enviado al extranjero por las ventajas del coste laboral. Me parece obvio que a todo el lote de estos oportunistas colegiados le falta influencia suficiente para tratarse a sí mismos tan bien. Su trato de favor es, por tanto, un regalo. Pero, ¿de dónde y por qué? Sólo a partir de una investigación de la política de la escolarización podría venir una respuesta adecuada. Así que comencemos a buscar juntos debajo de unas cuantas piedras.
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© 2007 de la traducción, Juan Leseduarte