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6 La conspiración abierta
Cuando hablo de fabianismo, o en particular de cualquier fabiano real o de hecho como Kurt Lewin, que fue jefe de la oficina de Guerra Psicológica de Gran Bretaña, o como R. D. Laing, que fue psicólogo en la plantilla del Tavistock Institute, no estoy interesado en montar una polémica contra esta particular arrogancia de la intelectualidad acomodada. La estrategia y táctica fabianas han sido anunciadas abiertamente y discutidas con claridad durante casi un siglo, ya identificadas como fabianas o no. No hay nada ilegal en ello. Creo que es una tragedia, sin embargo, que a los niños de la escolarización gubernamental se les mantenga en la ignorancia sobre la existencia de influyentes grupos con complejas agendas sociales que apuntan a sus vidas.
He descuidado hablarle hasta ahora del papel que juega la tensión en la
teoría evolutiva fabiana. Igual que Hegel enseñó que la historia se mueve más
rápidamente hacia su conclusión mediante la guerra, del mismo modo los
socialistas evolucionarios aprendieron de Hegel a ver la lucha como el
catalizador de la mejora evolutiva de la especie, un necesario purificador que
eliminaba al débil de la lotería de la reproducción. La sociedad evoluciona
lentamente hacia la «eficiencia social» por sí sola. La
sociedad bajo tensión, sin embargo, ¡evoluciona mucho más deprisa! Así, la
creación deliberada de crisis es una herramienta importante de los socialistas
evolucionarios. ¿Le ayuda eso a entender el
drama de la escolarización gubernamental un poco mejor, o los bien
publicitados escenarios de día del juicio final de los ecologistas?
La Escuela de Londres de Economía es una creación fabiana. Mick Jagger pasó un tiempo allí. También John F. Kennedy. Antes elitista, el Economist, ahora una publicación de la intelectualidad pop mundial, es fabiano, como lo son The New Statesman y el Ruskin Labor College de Oxford. El legendario Royal Institute of International Affairs y el Tavistock Institute for Human Relations, principales instituciones que afectan intensamente a la mente en el mundo, son fabianos. Theodor Adorno, una importante aunque apenas visible encarnación del Estado terapéutico y antaño eminencia en Tavistock, siguió también el camino fabiano.
No hace falta llevar una tarjeta, ni siquiera haber oído el nombre fabiano, para seguir la bandera del lobo disfrazado de oveja. El fabianismo es principalmente un sistema de valores con objetivos progresistas. Su aspecto de club social no es para mineros de carbón, granjeros o instaladores de aire acondicionado. Hemos sido expuestos a muchos detalles del programa fabiano sin darnos cuenta. En los Estados Unidos, algunas organizaciones fuertemente influidas por el fabianismo son la Ford Foundation, la Russell Sage Foundation, el Standford Research Institute, la Fundación Carnegie, el Aspen Institute, la Warton School y RAND. Y esta lista corta es ilustrativa, no completa. Tavistock subvenciona o tiene íntimas relaciones con treinta instituciones de investigación en los Estados Unidos, todas las cuales en una época u otra tuvieron un papel en la configuración de la escolarización norteamericana.
Una vez más, necesita recordar que no vamos a la caza de una conspiración, sino siguiendo la pista a una idea, como poniendo un microchip a una anguila para ver por qué agujeros se mete para cogerla posteriormente cuando queramos. H. G. Wells, bien conocido por todos los primeros fabianos, escribió una vez acerca del proyecto fabiano:
Zbigniew Brzezinski escribió su famoso y característico libro Between Two Ages: America's Role in the Technetronic Era en 1970, una obra que apesta a fabianismos: aversión al poder popular directo, implacable apoyo del derecho y deber de las naciones evolutivamente avanzadas para administrar las partes del mundo menos desarrolladas, repulsión ante las demandas populistas en favor de «autogobierno egoísta» (el homeschooling sería un ejemplo perfecto) y énfasis en el colectivismo. Brzezinski dijo en el libro:
En este ensayo, Brzezinski llamaba a la gente corriente, «una masa
cada vez más sin objetivos». Y, por supuesto, si el ejército de niños
recogidos en la escolarización masiva realmente «no tiene objetivos», ¿qué
argumento dice que debería existir?
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© 2007 de la traducción, Juan Leseduarte