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4 Informes de viajeros
La información sobre la escolarización prusiana fue llevada a Norteamérica en una
serie de informes de viajeros publicados a principios del siglo XIX. El primero
fue el informe de John Griscom, cuyo libro A Year in Europe (1819)
alababa sumamente las nuevas escuelas prusianas. Griscom fue leído y admirado
por Thomas Jefferson y destacados norteamericanos cuyo patrocinio intelectual
atrajo admiradores a la red. Pestalozzi entró en el centro de atención por
la misma época que las cartas de William Woodbridge en The American
Journal of Education, cartas que examinaron a este extraño personaje y sus
métodos «humanos» con ojos benévolos. Otro capítulo importante en este
proceso de publicidad favorable para la escuela llegó de Henry
Dwight, cuyos Travels in North Germany (1825)
alabaron los nuevos seminarios cuasirreligiosos de maestros en Prusia, donde
los futuros maestros eran seleccionados por sus actitudes correctas hacia el
Estado.
El informe más influyente, sin embargo, fue el del filósofo francés Victor Cousin para el gobierno francés en 1831. Este relato de Cousin, ministro de Educación francés, explicaba la organización administrativa de la educación prusiana en profundidad, insistiendo extensamente en el sistema de escuelas populares y sus implicaciones de largo alcance para la economía y el orden social. El ensayo de Cousin aplaudía a Prusia por descubrir formas de contener el peligro de un espantoso nuevo fenómeno social, el proletariado industrial. Tan convincente era su presentación que dos años tras su publicación, la educación nacional francesa se había reorganizado drásticamente para cumplir con las normas de las Volksschulen prusianas. Los niños franceses podrían ser idiotizados tan fácilmente como los alemanes.
Al otro lado del Atlántico, una revolución similar tuvo lugar en el flamante
estado de Michigan. Imitando la organización prusiana, el fuertemente
germánico Michigan estableció la primera Inspección de Educación de un
estado. Con un ministro del estado y un control del estado penetrando en todos
los aspectos de la escolarización, el único ingrediente que faltaba era la
legislación de obligatoriedad.
Pisando los talones de Cousin llegó aún otro influyente informe que alababa la disciplina prusiana y los resultados prusianos, esta vez por el titular de un destacado apellido norteamericano, el famoso Calvin Stowe, cuya esposa Harriet Beecher Stowe, conciencia del movimiento abolicionista, fue autora de su texto sagrado, La cabaña del tío Tom. El informe de Stowe a la asamblea de Ohio que avalaba la superioridad de Prusia fue ampliamente distribuido por toda la nación. El grupo de Ohio envió por correo diez mil ejemplares y cada una de las asambleas legislativas de Massachusetts, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Virginia reimprimió y redistribuyó el documento.
El tercer testimonio más importante de la escolarización prusiana llegó en la
forma del Séptimo Informe al Comité Escolar de Boston de Horace
Mann en 1843. El
Sexto informe de Mann, como se apuntó anteriormente, había sido un
panegírico de la frenología, la ciencia de leer las protuberancias de la cabeza,
que Mann sostenía que era la única base correcta para el diseño del
currículum. El Séptimo informe situaba a Prusia a la cabeza de
todas las naciones en escolarización, y a Inglaterra la última. La forma de
pedagogía fundamentada psicológicamente de Pestalozzi era específicamente
distinguida con elogio en cada uno de los tres influyentes informes que he
citado, como lo era la cuestión de las decididamente no intelectuales materias
de las Volksschulen prusianas. También se elogiaba la suave disciplina
pestalozziana, el agrupamiento por edad, los múltiples niveles de supervisión,
la formación selectiva de los maestros. Mann escribió: «Hay muchas cosas aquí
que haríamos bien en imitar».
El Informe de Mann recomendaba insistentemente cambios radicales en la enseñanza de la lectura, el abandono del sistema alfabético tradicional, que había convertido a Norteamérica en un país culto, por la técnica de tipo jeroglífico de Prusia. De modo sorprendente, esto llevó el Informe de Mann a la atención del público general, porque un grupo de maestros de Boston atacó sus conclusiones acerca de la eficacia del nuevo método de lectura y siguió un vivo debate periodístico. Por toda la Prusia del siglo XIX, su nueva forma de educación parecía hacer prosperar a aquella nación belicosa material y militarmente. Mientras la ciencia, filosofía y éxito militar alemanes sedujeron a todo el mundo, cientos de destacados jóvenes norteamericanos hacían la peregrinación a Alemania para estudiar en su red de universidades de investigación, lugares donde la enseñanza y el aprendizaje estaban siempre subordinados a investigaciones hechas en nombre de la empresa y del Estado. Al volver a casa con el codiciado doctorado alemán, los así titulados se convirtieron en presidentes de universidades y jefes de departamento, asumieron el control de departamentos de investigación industrial, cargos en el gobierno y profesiones administrativas. Los hombres que posteriormente contrataron para puestos de responsabilidad fueron también los que vieron dispuestos a prestar obediencia a la perspectiva prusiana. Con esta ventaja estratégica la toma gradual del poder sobre la vida mental norteamericana se dirigió sola.
Durante un siglo, Alemania parecía estar en el centro de todo lo civilizado: nada era tan esotérico o tan trivial que no pudiera beneficiarse de la aplicación del procedimiento científico alemán. Hegel, de la Universidad de Berlín, propuso incluso el historicismo: que la historia era un tema científico, que mostraba un progresivo movimiento lineal hacia un fin misterioso. Por otra parte, Herbart y Fechner estaban aplicando principios matemáticos al aprendizaje, Müller y Helmholtz estaban injertando la fisiología en el comportamiento, anticipando el aula psicologizada, Fritsch y Hitzig aplicaban estimulación eléctrica al cerebro para determinar la relación de las funciones cerebrales con el comportamiento, y la misma Alemania se acercaba a su unificación bajo Bismarck.
Cuando el espíritu del Pelotonfeuer prusiano aplastó a Francia en la guerra relámpago de 1871, la atención mundial se dirigió intensamente a este lugar hipnótico y utópico. Lo que se podía ver que pasaba allí era una impresionante demostración de que la producción interminable fluía de una conexión baconiana entre gobierno, la mente académica y la industria. El mérito por el éxito prusiano fue extensamente atribuido a su forma de escolarización. Lo que quedaba fuera de la vista ocasional era la visión religiosa de un universo completamente sistemático que animaba a esta nación frankensteniana.
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© 2007 de la traducción, Juan Leseduarte