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3 El movimiento de reforma prusiano
La devastadora derrota por Napoleón en Jena desencadenó el llamado movimiento de
reforma prusiano, una transformación que sustituyó el gobierno del gabinete (de
los seleccionados por el líder nacional) por un gobierno de servidores civiles
permanentes y departamentos permanentes de gobierno. Pregúntese usted mismo qué
forma de gobierno responde mejor a la opinión pública y se dará cuenta de qué
capítulo más radical se abría en los asuntos europeos. El familiar sistema de
educación de tres niveles surgió en la época napoleónica, un nivel privado, dos
del gobierno. En lo más alto, la mitad del 1 por ciento de los alumnos asistían a
las Akademieschulen, donde, como futuros creadores de la política,
aprendían a pensar estratégica, contextual y globalmente: aprendían procesos
complejos, conocimiento útil, estudiaban historia, escribían mucho, discutían
a menudo, leían profundamente y dominaban tareas de mando.
El siguiente nivel, las Realschulen, era pensado principalmente como una factoría del proletariado profesional de ingenieros, arquitectos, médicos, abogados, funcionarios civiles de carrera, y otros ayudantes por el estilo que necesitarían a veces los diseñadores de la política. Entre el 5 y el 7,5 por ciento de todos los estudiantes asistían a esas «escuelas reales», aprendiendo de forma superficial cómo pensar en contexto, pero sobre todo aprendiendo cómo manejar materiales, hombres y situaciones, a ser solucionadores de problemas. Este grupo también proveería de personal las funciones de vigilancia del Estado, llevando orden al territorio. Finalmente, en la parte inferior del montón, un grupo entre el 92 y 94 por ciento de la población asistía a las «escuelas del pueblo», donde aprendía obediencia, cooperación y actitudes correctas, junto con rudimentos de alfabetización y mitos estatales oficiales de historia.
Este sistema universal de escolarización obligatoria estaba en funcionamiento en 1819 y pronto se convirtió en la octava maravilla del mundo, prometiendo por breve tiempo --a pesar de su estructura excluyentemente estratificada-- educación liberal para todos. Pero este sueño prematuro fue pronto abandonado. Esta utopía particular tuvo un fin diferente a la igualdad humana: perseguía en vez de eso la eficiencia sin fricción. Desde su inicio las Volksschulen, el lugar del pueblo, pasaban muy por alto la lectura: se pensaba que la lectura producía insatisfacción. Se adoptó el remedio de la escuela de Bell: un nivel de analfabetismo de hecho, enseñado formalmente bajo los auspicios de la iglesia estatal. La lectura ofrecía demasiadas ventanas a existencias mejores, demasiada familiaridad con mejores modos de pensar. Era un don que era imprudente compartir con los destinados permanentemente a un puesto inferior.
Heinrich Pestalozzi, un extrañoreformador escolar suizo-alemán, estaba presentando en esta época una pedagogía
no literaria basada en la experiencia, intensa en música y destrezas
industriales, que estaba atrayendo mucha atención favorable en Prusia. Parecía
un camino para mantener felices a los pobres sin despertar en ellos esperanzas
de cambiar drásticamente el orden social. Pestalozzi afirmaba tener habilidad
para modelar a los pobres «para que aceptaran todos los esfuerzos peculiares a
su clase». Les ofreció amor en vez de ambición. Mediante el empleo de medios
psicológicos en la formación de la juventud se podría evitar la guerra de
clases.
Una nota curiosamente profética para el futuro desarrollo de la enseñanza escolar científica era que el mismo Pestalozzi apenas podía leer. No es que fuera tonto: ese talento sencillamente no era importante en su trabajo. Consideró su propio semianalfabetismo una ventaja en el trato con niños destinados a no encontrar empleo que necesitara mucha fluidez verbal. Diecisiete agentes del gobierno prusiano actuaron como ayudantes de Pestalozzi en Suiza y llevaron al norte de Alemania ideas del estilo suizo de escolarización.
Mientras las escuelas para pobres de Pestalozzi iban dando tumbos torpemente de año en año, un noble, von Fellenberg, refinó y sistematizó las desordenadas notas del reformador suizo, convirtiendo el excéntrico conjunto en planes clarificados para un sistema mundial de educación industrial para las masas. Ya en 1808, esta formulación no académica fue introducida en los Estados Unidos por Joseph Neef, antiguo maestro en la escuela de Pestalozzi. Neef, con importante patrocinio cuáquero, se convirtió en el maestro principal de la pionera utopía laboral de Robert Owen en Nueva Armonía, Indiana. Los esfuerzos de Neef allí proporcionaron material de conversación de alto nivel a las elegantes salones unitarios de Boston en las décadas anteriores a la aprobación de la legislación de obligatoriedad. Y cuando se aprobó, todo el crédito de la victoria política fue para aquellos unitarios.
La influencia de Neef se hizo notar en los Estados Unidos tras el derrumbe
de Nueva Armonía, a través de las conferencias del hijo de Robert Owen
(posteriormente congresista, luego árbitro en los contratiempos legales de
J. P. Morgan con el ejército de los Estados Unidos), y mediante
discursos e intrigas con esa magnífica y enérgica emigrada escocesa, Fanny
Wright, que exigía el fin de la vida familiar y su sustitución por la
escolarización comunitaria. El entramado de los orígenes de la escuela tiene
caminos que se cruzan una y otra vez, y con más coincidencias aparentes de lo
que parece probable.
Juntos, Owen y Wright crearon el exitoso Partido del Trabajador de Filadelfia, que se hizo con el control político de esa ciudad en 1829. El partido incorporaba fuertes propuestas de escolarización obligatoria como parte de su plataforma política. Su idea de poner a los hijos de la clase trabajadora bajo la disciplina filosófica de artesanos sumamente hábiles --hombres comparables socialmente a los pequeños propietarios rurales de la Inglaterra de antes del cercado-- habría atraído comentarios favorables en Filadelfia, donde el banquero Nicholas Biddle estaba bloqueado en la lucha por el control de la moneda nacional con el héroe de la clase trabajadora Andrew Jackson. La derrota de Biddle por Jackson desplazó rápidamente las discusiones abstractas de una posible tecnología social para controlar a los niños de clase trabajadora desde los despreocupados dominios de la hipótesis social a las discusiones sobre política de la realidad inmediata. En aquel instante de máxima tensión entre un embrionario capitalismo financiero y una república populista luchando por imponerse, el sistema prusiano de pedagogía llegó a parecer perfectamente plausible a los hombres de medios y ambición.
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© 2007 de la traducción, Juan Leseduarte